CÁPITULO 5
En el Reino Capitol
Canesú y Sir Fronz comenzaron a ir hacia el sur. Caminaron un buen rato. Las ruinas de
El sol era intenso y agotaba a los dos hombres.
Sir Fronz y el Rey Canesú empezaron a sentirse agobiados. No encontraron una sombra cerca. No habían descansado en horas y las conversaciones eran reservadas.
- ¿Cuánto falta? – pregunto el Rey
- Algunas millas, estamos cerca –
No hablaban más. Sir Fronz tenía heridas de los golpes del trol, su camisa estaba sucia con algunos huecos y rasgaduras, pero su pantalón estaba bien y su chalina estaba limpia. Su chalina era roja con dos rayas amarillas en las puntas. A pesar del intenso calor él no se la sacaba. Canesú lo miraba, rato después le dijo:
- La chalina… -
- ¿Qué pasó? –
- ¿Porqué la lleva tanto con este calor? –
- Por mi rey, usar esta chalina es demostrar el cariño al rey y al señor Capitol, pero no se preocupe pronto sentirá el frío más intenso de toda esta zona –
- De acuerdo –
Canesú se miraba buscando algo con que proteger el supuesto frío que vendría. Veía sus ropas de batalla y su armadura. Supuso que sería suficiente y dejo de preocuparse. Sir Fronz, con la cabeza en alto, solo miraba al frente sin mirar a Canesú.
Pasaron las horas y el sol comenzó a caer. Habían caminado mucho.
- Es tarde, la noche llegará –
- No se preocupe –
- No hay árboles, no hay zonas para refugiarnos ¿Dónde nos quedaremos? –
- En el Reino Capitol. Está muy cerca. Llegamos a la bifurcación y son cinco minutos –
Canesú no respondió. Pasaron unos minutos más y un cartel enorme decía: “Bifurcación: Izquierda – Reino Elfo/Derecha – Reino Capitol”
La noche se hacía más oscura, pero ya habían llegado a la bifurcación. Llegaron a una parte donde podían notar las luces de las antorchas de la ciudad.
- Señor, Rey Canesú. Bienvenido al Reino Capitol –
El Rey Canesú agradeció con la cabeza. No dijo nada. La gente del pueblo lo miraban extrañados, alguna vez lo habían visto por pinturas hechas en el Reino Capitol siempre con una espada a la mano luchando, pero no imaginaron verlo así, descuidado, con heridas. Algunas personas se inclinaron ante él y otras lo insultaban. A poca gente le admiraba su presencia. Sir Fronz lo guiaba a través del reino.
- Está es la zona principal del Reino –
- ¿Dónde nos quedaremos? –
- Supongo que en mi casa, al Rey no le gustará para nada que haya venido de improviso señor –
- Válgame ¿Es su casa segura? –
- Como un cuartel señor –
- Entonces está bien -
Caminaron un momento más y se pararon en una casa grande. Sir Fronz sacó una llave y abrió la puerta. Su casa era enorme, llena de adornos dorados. Unas escaleras hermosas salían del medio de la habitación principal.
- Este es mi hogar, suba al segundo piso. La primera puerta a la derecha es una habitación para huéspedes, quédese allí –
- Gracias, muy amable –
Canesú caminó asustado, analizando la casa. Subió las escaleras lentamente y volteó a la derecha. Vio una habitación y la abrió. Una enorme cama fue lo que encontró en ese cuarto. Canesú no vio nada raro en esto y se sacó sus armaduras y todo y simplemente se dejo caer a la cama. Se quedó inmediatamente dormido.
Había dormido lo mejor que podía, había soñado con Polis, que le decía “¿Dónde estás? ¿Por qué no vienes? Demuestra lo que sientes por tu esposa”
Canesú se despertó. Miró alrededor. Cogió sus cosas y bajó las escaleras.
- ¡Sir Fronz! ¡Sir Fronz! – gritó Canesú.
- ¡Rey Canesú! ¿Qué sucede? – preguntó Sir Fronz.
- No me importa lo que diga tu rey, pero tengo que hablar con él –
- Señor pero… - dijo Sir Fronz pero para esto Canesú había salido de la casa.
Canesú corría sin saber a donde y preguntaba donde quedaba el palacio del rey. Llegó a una enorme plaza. “¿Cómo se llama el rey? ¡Rayos!”
- Señor rey, señor rey. Usted no puede hacer eso, señor rey – dijo fatigado Sir Fronz que lo había perseguido.
- Su rey tiene que escucharme –
- El Rey Profecios no podrá… - dijo Sir Fronz pero esta vez Canesú interrumpió.
- Gracias por decirme el nombre – el rey Canesú siguió su camino. Vio un letrero que decía “Salve Rey” y encontró un palacio enorme que supuso sería del rey.
Entró y gritó “¡Rey Profecios!” Muchos guardias se apresuraron a reducirlo pero Canesú más hábil evitó esto y dijo:
- ¡Déjenme hablar con el Rey Profecios! –
- De parte de quién – preguntó uno
- Del Rey Canesú, del Reino de Oro –
El Rey Canesú esperó sentado. De pronto un hombre alto de barba gris se apareció.
- ¿Canesú? –
- ¿Usted es Profecios? –
- ¿No te acuerdas de mí? –
- Nunca lo he conocido, su majestad –
- Es que antes tenía otro nombre. Viví en el Reino de Oro, y me enseñó Carios, el enano –
- ¿Carios? Entonces tú eres… ¿Gruos? –
- ¡Sí! Canesú viejo amigo. ¿Cómo has estado? – un abrazo de los dos hombres se apoderó de la sala.
- ¡Gruos! Muy bien, excepto estos últimos días –
- El ataque de Ofer ¿verdad? –
- Sí, ¿Cómo sabes? –
- A nosotros también nos atacaron, unos veinte demonios no pudieron contra nuestro ejército, nos dijeron que todos estaban concentrados en
- Demonios –
- Lo peor de todo, es que los centauros se unieron a Ofer. Los ataques serán múltiples en las próximas horas si no hacemos algo ahora mismo –
- Malditos centauros, nunca esperé algo bueno de ellos –
- Yo tampoco –
- Y bueno, ¿Porqué el cambio de nombre? –
- Cuando quise regresar al Reino Capitol, por que me dijeron que era de sangre real, me tuve que cambiar el nombre –
- De acuerdo – dijo Canesú – Entonces Gruos, ¿me ayudarás a juntar un ejército numeroso? –
- Por ti, claro que sí. Y te llevaré al Reino Elfo a juntar más. Venceremos a Ofer –
- Que Dios te escuche. Gracias hermano mío, eres muy especial Gruos –
Gruos llevó a Canesú hacia la ciudad. La gente miraba y se inclinaba hacia su rey. Todo había sido muy rápido. Canesú había llegado en la noche al Reino Capitol, ahora estaba con su amigo de la infancia buscando un ejército.
- ¿A dónde vamos Gruos? –
- No me llames así, la gente no lo sabe. Dime Profecios – dijo Gruos o mejor dicho Profecios – Estamos en camino hacia los cuarteles de la ciudad, hay maestros por allí que entrenan a mi gente.
- Muy inteligente. Aprecio mucho tu ayuda, Gruos –
- No es mi ayuda, gran hombre, yo también quiero derrotar a Ofer. Y no olvides que soy Profecios –
Rieron un momento. Siguieron conversando cosas como, qué fue de tu vida, o con quién te casaste, cosas así. Canesú notó que la ciudad era muy bella, recién lo notaba, porque cuando llegó era muy tarde como para apreciar la belleza.
- ¡Qué bueno que te hayas casado con alguien como Polis! –
- Realmente lo es, por eso ahora peleo, por su vida –
- Eres un gran marido, Canesú –
- Gracias -
- ¿Tienes hijos? –
- Uno. El motivo de mi vivir, con Polis –
- Qué bueno… ¿Cómo se llama? –
- Murquios, mi hijo. Me preocupa mucho. Recién ha nacido –
- Voy a ayudarte –
- Gracias –
La conversación terminó, porque Canesú dejo caer unas lágrimas. Profecios lo abrazó.
- Sécate esas lágrimas, ya llegamos, no querrás que te vean así –
- De acuerdo – Canesú se secó las lágrimas y miró hacia al frente.
Miró hacia delante. Un edificio enorme se levantaba majestuosamente. Canesú estaba sorprendido de la belleza monumental en un espacio tan pequeño como el Reino Capitol. Profecios le hizo una seña, invitándole a pasar por la enorme puerta del edificio. Canesú lo siguió.
Canesú avanzó. Pronto estaba en una zona sin árboles donde muchos hombres golpeaban los escudos de otros. Muchos hombres entrenaban con mucho esfuerzo y Profecios los miraba asombrados. Cuando se percataron de que su rey estaba en la puerta todos detuvieron de entrenar. “Salve Gran Rey” dijeron todos al unísono. El Rey Profecios sonrío. Miró al Rey Canesú. Y siguió caminando. Cuando llegó al centro gritó: “¡Todos los valientes soldados que quieran pelear contra la oscuridad repórtense!” Todos los hombres que estaban presentes gritaron.
Profecios miró a Canesú. “La guerra recién comienza” le dijo al oído.
Canesú había logrado su cometido. El rey se había olvidado de Sir Fronz. Pero cuando menos imaginó que lo volvería a ver, apareció.
- ¡Rey Canesú! ¿Dónde has estado? –
- Pues con Profecios, nos iremos al Reino de Oro en unas horas.
- Entonces yo iré con ustedes –
- Está muy bien, pero no se moleste –
- Es un honor estar presente allí –
Canesú sonrió. Y miró a Profecios y le dijo “Ahora, hacia el Reino Elfo, El maestro Fullmars nos espera”