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jueves, 3 de junio de 2010

CAPITULO 5: El Reino de Oro, la Batalla de los Seis Reinos

CÁPITULO 5

En el Reino Capitol

Canesú y Sir Fronz comenzaron a ir hacia el sur. Caminaron un buen rato. Las ruinas de la Ciudad de los Reyes desaparecieron en el Horizonte. Entraron en una cordillera de montañas secas, sin vegetación.

El sol era intenso y agotaba a los dos hombres.

Sir Fronz y el Rey Canesú empezaron a sentirse agobiados. No encontraron una sombra cerca. No habían descansado en horas y las conversaciones eran reservadas.

- ¿Cuánto falta? – pregunto el Rey

- Algunas millas, estamos cerca –

No hablaban más. Sir Fronz tenía heridas de los golpes del trol, su camisa estaba sucia con algunos huecos y rasgaduras, pero su pantalón estaba bien y su chalina estaba limpia. Su chalina era roja con dos rayas amarillas en las puntas. A pesar del intenso calor él no se la sacaba. Canesú lo miraba, rato después le dijo:

- La chalina… -

- ¿Qué pasó? –

- ¿Porqué la lleva tanto con este calor? –

- Por mi rey, usar esta chalina es demostrar el cariño al rey y al señor Capitol, pero no se preocupe pronto sentirá el frío más intenso de toda esta zona –

- De acuerdo –

Canesú se miraba buscando algo con que proteger el supuesto frío que vendría. Veía sus ropas de batalla y su armadura. Supuso que sería suficiente y dejo de preocuparse. Sir Fronz, con la cabeza en alto, solo miraba al frente sin mirar a Canesú.

Pasaron las horas y el sol comenzó a caer. Habían caminado mucho.

- Es tarde, la noche llegará –

- No se preocupe –

- No hay árboles, no hay zonas para refugiarnos ¿Dónde nos quedaremos? –

- En el Reino Capitol. Está muy cerca. Llegamos a la bifurcación y son cinco minutos –

Canesú no respondió. Pasaron unos minutos más y un cartel enorme decía: “Bifurcación: Izquierda – Reino Elfo/Derecha – Reino Capitol”

La noche se hacía más oscura, pero ya habían llegado a la bifurcación. Llegaron a una parte donde podían notar las luces de las antorchas de la ciudad.

- Señor, Rey Canesú. Bienvenido al Reino Capitol –

El Rey Canesú agradeció con la cabeza. No dijo nada. La gente del pueblo lo miraban extrañados, alguna vez lo habían visto por pinturas hechas en el Reino Capitol siempre con una espada a la mano luchando, pero no imaginaron verlo así, descuidado, con heridas. Algunas personas se inclinaron ante él y otras lo insultaban. A poca gente le admiraba su presencia. Sir Fronz lo guiaba a través del reino.

- Está es la zona principal del Reino –

- ¿Dónde nos quedaremos? –

- Supongo que en mi casa, al Rey no le gustará para nada que haya venido de improviso señor –

- Válgame ¿Es su casa segura? –

- Como un cuartel señor –

- Entonces está bien -

Caminaron un momento más y se pararon en una casa grande. Sir Fronz sacó una llave y abrió la puerta. Su casa era enorme, llena de adornos dorados. Unas escaleras hermosas salían del medio de la habitación principal.

- Este es mi hogar, suba al segundo piso. La primera puerta a la derecha es una habitación para huéspedes, quédese allí –

- Gracias, muy amable –

Canesú caminó asustado, analizando la casa. Subió las escaleras lentamente y volteó a la derecha. Vio una habitación y la abrió. Una enorme cama fue lo que encontró en ese cuarto. Canesú no vio nada raro en esto y se sacó sus armaduras y todo y simplemente se dejo caer a la cama. Se quedó inmediatamente dormido.

Había dormido lo mejor que podía, había soñado con Polis, que le decía “¿Dónde estás? ¿Por qué no vienes? Demuestra lo que sientes por tu esposa”

Canesú se despertó. Miró alrededor. Cogió sus cosas y bajó las escaleras.

- ¡Sir Fronz! ¡Sir Fronz! – gritó Canesú.

- ¡Rey Canesú! ¿Qué sucede? – preguntó Sir Fronz.

- No me importa lo que diga tu rey, pero tengo que hablar con él –

- Señor pero… - dijo Sir Fronz pero para esto Canesú había salido de la casa.

Canesú corría sin saber a donde y preguntaba donde quedaba el palacio del rey. Llegó a una enorme plaza. “¿Cómo se llama el rey? ¡Rayos!”

- Señor rey, señor rey. Usted no puede hacer eso, señor rey – dijo fatigado Sir Fronz que lo había perseguido.

- Su rey tiene que escucharme –

- El Rey Profecios no podrá… - dijo Sir Fronz pero esta vez Canesú interrumpió.

- Gracias por decirme el nombre – el rey Canesú siguió su camino. Vio un letrero que decía “Salve Rey” y encontró un palacio enorme que supuso sería del rey.

Entró y gritó “¡Rey Profecios!” Muchos guardias se apresuraron a reducirlo pero Canesú más hábil evitó esto y dijo:

- ¡Déjenme hablar con el Rey Profecios! –

- De parte de quién – preguntó uno

- Del Rey Canesú, del Reino de Oro –

El Rey Canesú esperó sentado. De pronto un hombre alto de barba gris se apareció.

- ¿Canesú? –

- ¿Usted es Profecios? –

- ¿No te acuerdas de mí? –

- Nunca lo he conocido, su majestad –

- Es que antes tenía otro nombre. Viví en el Reino de Oro, y me enseñó Carios, el enano –

- ¿Carios? Entonces tú eres… ¿Gruos? –

- ¡Sí! Canesú viejo amigo. ¿Cómo has estado? – un abrazo de los dos hombres se apoderó de la sala.

- ¡Gruos! Muy bien, excepto estos últimos días –

- El ataque de Ofer ¿verdad? –

- Sí, ¿Cómo sabes? –

- A nosotros también nos atacaron, unos veinte demonios no pudieron contra nuestro ejército, nos dijeron que todos estaban concentrados en la Ciudad de los Reyes, esperaba tu visita –

- Demonios –

- Lo peor de todo, es que los centauros se unieron a Ofer. Los ataques serán múltiples en las próximas horas si no hacemos algo ahora mismo –

- Malditos centauros, nunca esperé algo bueno de ellos –

- Yo tampoco –

- Y bueno, ¿Porqué el cambio de nombre? –

- Cuando quise regresar al Reino Capitol, por que me dijeron que era de sangre real, me tuve que cambiar el nombre –

- De acuerdo – dijo Canesú – Entonces Gruos, ¿me ayudarás a juntar un ejército numeroso? –

- Por ti, claro que sí. Y te llevaré al Reino Elfo a juntar más. Venceremos a Ofer –

- Que Dios te escuche. Gracias hermano mío, eres muy especial Gruos –

Gruos llevó a Canesú hacia la ciudad. La gente miraba y se inclinaba hacia su rey. Todo había sido muy rápido. Canesú había llegado en la noche al Reino Capitol, ahora estaba con su amigo de la infancia buscando un ejército.

- ¿A dónde vamos Gruos? –

- No me llames así, la gente no lo sabe. Dime Profecios – dijo Gruos o mejor dicho Profecios – Estamos en camino hacia los cuarteles de la ciudad, hay maestros por allí que entrenan a mi gente.

- Muy inteligente. Aprecio mucho tu ayuda, Gruos –

- No es mi ayuda, gran hombre, yo también quiero derrotar a Ofer. Y no olvides que soy Profecios –

Rieron un momento. Siguieron conversando cosas como, qué fue de tu vida, o con quién te casaste, cosas así. Canesú notó que la ciudad era muy bella, recién lo notaba, porque cuando llegó era muy tarde como para apreciar la belleza.

- ¡Qué bueno que te hayas casado con alguien como Polis! –

- Realmente lo es, por eso ahora peleo, por su vida –

- Eres un gran marido, Canesú –

- Gracias -

- ¿Tienes hijos? –

- Uno. El motivo de mi vivir, con Polis –

- Qué bueno… ¿Cómo se llama? –

- Murquios, mi hijo. Me preocupa mucho. Recién ha nacido –

- Voy a ayudarte –

- Gracias –

La conversación terminó, porque Canesú dejo caer unas lágrimas. Profecios lo abrazó.

- Sécate esas lágrimas, ya llegamos, no querrás que te vean así –

- De acuerdo – Canesú se secó las lágrimas y miró hacia al frente.

Miró hacia delante. Un edificio enorme se levantaba majestuosamente. Canesú estaba sorprendido de la belleza monumental en un espacio tan pequeño como el Reino Capitol. Profecios le hizo una seña, invitándole a pasar por la enorme puerta del edificio. Canesú lo siguió.

Canesú avanzó. Pronto estaba en una zona sin árboles donde muchos hombres golpeaban los escudos de otros. Muchos hombres entrenaban con mucho esfuerzo y Profecios los miraba asombrados. Cuando se percataron de que su rey estaba en la puerta todos detuvieron de entrenar. “Salve Gran Rey” dijeron todos al unísono. El Rey Profecios sonrío. Miró al Rey Canesú. Y siguió caminando. Cuando llegó al centro gritó: “¡Todos los valientes soldados que quieran pelear contra la oscuridad repórtense!” Todos los hombres que estaban presentes gritaron.

Profecios miró a Canesú. “La guerra recién comienza” le dijo al oído.

Canesú había logrado su cometido. El rey se había olvidado de Sir Fronz. Pero cuando menos imaginó que lo volvería a ver, apareció.

- ¡Rey Canesú! ¿Dónde has estado? –

- Pues con Profecios, nos iremos al Reino de Oro en unas horas.

- Entonces yo iré con ustedes –

- Está muy bien, pero no se moleste –

- Es un honor estar presente allí –

Canesú sonrió. Y miró a Profecios y le dijo “Ahora, hacia el Reino Elfo, El maestro Fullmars nos espera”

viernes, 30 de abril de 2010

El Reino de Oro, la Batalla de los 6 Reinos (CAPITULO 4)

CÁPITULO 4
La historia de los reinos puros

Hace muchos años, en la antigüedad del Reino de Oro, después de la ceremonia de la subida al trono de Engrios; que se dio después de la guerra con Ofer, donde Engrios lo mata finalmente; la gente estaba muy contenta de la expulsión total de los demonios del Reino. Este día Engrios nombró todo estas tierras antiguamente llamadas Tierras de Encarnos, como Reino de Oro, y se convertía en el primer Rey del Reino de Oro.
Todo iba a la perfección. En poco tiempo el Reino llegó a su apogeo. Se extendió en muchas tierras al oeste y llegó a las costas, encontraron un archipiélago y se llamó Archipiélago de las Reinas, la primera isla se llamó Isla Bárbara, por la esposa del Rey Engrios.
Engrios siempre se encomendaba a su padre y estaba muy agradecido a este. Su gente también. Se celebró los cinco años de la muerte de Encarnos en La Ciudad de Los Reyes. Mucha gente llegó de cada punto del reino. Se llenó completamente.
Ese mismo año el Rey Engrios nombró a la zona oeste del reino Tributo a Encarnos, para que toda la gente rinda honores a Encarnos, se establecieron templos y muchas otras cosas. El problema es que en esta zona hay una montaña muy hermosa pero peligrosa. Decían que cuando allí vivían los hechiceros oscuros la hechicen para que los débiles se enamoren de esta y maten por que sea suya. La montaña se llama Cerro Lindo. Enanos, elfos, faunos, centauros, humanos cancelaron su armonía y trataron de conquistar el cerro. Se pelearon y maltrataron. Tuvieron una batalla intensa. Nadie pudo conquistarla debido a que Engrios mandó sabios a detener la batalla. Pero el daño estaba hecho. Muchos crearon movimientos “anti-otros” y se separaron del Reino de Oro. Poco a poco crecieron y Engrios los nombró reinos puros y les dio nombres de “Tierras”. El Reino de Oro se hizo más pequeño, ahora rodeado de los reinos puros, el tributo a Encarnos y las Tierras de Cavas.
Los gobernadores de las “Tierras” se autonombraron reyes y le cambiaron los nombres y se llamaron reinos, menos uno. No se nombró como reino pero si como rey. La tierra pequeña, la tierra de sólo enanos. El Rey Canto no cambió el nombre por respeto a Engrios. Los otros reinos puros son:
El Reino Elfo, El Reino de los Faunos, El Reino Capitol y el Reino de los Centauros, que siempre estuvo alejado de los demás.
El Reino Capitol, nombrado así por Sir Capitol que dio su vida por defender el Reino de Hombres en la primera batalla contra demonios, en una expedició a las Tierras de Cavas.
Después de este y de la Tierra Pequeña, los demás son llamados por sus especies.
Al Reino de Oro se le llama, también, El Reino de la Paz, debido a que todas las especies viven juntas, sin discriminación alguna.
A quince años de celebrar el medio milenio de la salvación de todo el Reino de Oro antiguo, es decir el Reino de Oro, los reinos puros y el tributo a Encarnos, corre mucho peligro debido al regreso del mayor hechicero oscuro de toda la eternidad, Ofer.

miércoles, 28 de abril de 2010

El Reino de Oro, La Batalla de Los seis Reinos (Capitulo 3)

CAPÍTULO 3
Un extraño encuentro

Apeles, Apecios y Tutos estaban muy fatigados.
El unicornio no dejaba de avanzar. El sol se estaba escondiendo.
- Creo que es hora de descansar, muchachos. Ya falta muy poco – dijo Apeles
- ¡Sí! ¡Augh! – respondió Tutos
- ¡Acá no había nada! Lechuzas mentirosas, no debimos fiarnos de ellas, nos metieron miedo. Geles debe estar en la Ciudad de los Reyes – dijo convencido Apecios
- Posiblemente – dijo tranquilamente Apeles
Los tres compañeros comenzaron a cantar canciones alrededor de una fogata, mientras el unicornio comía pasto alto de los bordes del camino. Los ánimos estaban tranquilos. Apecios cabeceó y se quedó dormido. Tutos demoró un poco más, porque observaba la flora que los rodeaba.
Pero Apeles se quedó despierto leyendo un libro la última carta de la Reina Polis.
Escuchó aullidos de lobos silvestres cerca, pero no temió. Después sintió como si muchos animales corrieran despavoridos. Luego sintió enormes pasos acercándose. “TODOS A LA MALEZA” gritó muchas veces Apeles. “¡TROL!”. Los dos que dormían despertaron de golpe y acompañaron asustados a Apeles. El fauno vio por un hueco de los árboles un enorme trol caminando y golpeando cada cosa. El unicornio los había acompañado, gracias a Dios, pensaría Apeles.
- ¿Qué fue eso? – dijo Apecios.
- Rayos…¡Augh! Un Trol – dijo notablemente asustado y exhausto Tutos.
- Un trol… - susurró Apeles.
- ¿Pero, porqué? – se preguntaba Apecios – Es imposible que un trol merodee por aquí
- Los trols ¡Augh! Son de Cavas – decía Tutos
- Un trol…- volvió a susurrar Apeles
- ¿Qué rayos te pasa a ti? – dijo Apecios
- Nada, nada. Muchachos estamos cerca es mejor que avancemos un poco más como que nos acercamos a la Ciudad de los Reyes y nos alejamos de ese monstruo – dijo Apeles
- De acuerdo –
Avanzaron un poco más en el unicornio. Las cosas estaban revueltas por lo que recientemente había pasado. Se detuvieron y se adentraron al bosque, por sea caso. Durmieron un poco. Llegó la mañana. Apeles salió a caminar un rato. Vio un riachuelo donde se lavó la cara. Un prado verde brillante lo recorría, era una vista hermosa. Observó detrás de él una gran roca, se acostó apoyado en esta.
De pronto una sombra extraña se acercó.
- Animalito, salga de allí –
- Perdón no sabía que era de usted – voltió a ver la persona dueña de esa sombra y era un hombre alto, con barba de color rojiza. Estaba herido pero se mantenía en pie.
- Pero, si tú eres…¡Apeles! Válgame el cielo Apeles. Fauno hermoso, ¿cómo estás? ¿Me viniste a salvar? –
- Señor…¿Rey Canesú? –
- ¡Hombre pero claro! –
- ¿Qué le pasó? –
- Ofer volvió. Me expulsó de una manera brutal de la Ciudad de los Reyes, me ha crecido un poco la barba, pero… ¿tan irreconocible estoy? Todo allá está mal. Polis quedó allí. No puedo volver, no tengo armas ni ejército –
- Eso explica esta situación. Lamentablemente. Eso explica el trol –
- ¿Con quién más estás? -
- Con dos crolisianos amigos míos -
- Seguro que con tu primo Apecios –
- Sí, señor. Perdón su majestad –
- Mientras no esté sentado en el trono, no me llames majestad. Tu eres mayor que yo, llámame Canesú simplemente –
- Sí señor, es decir Canesú –
- Apeles. Vamos a Crolis, allí podremos salvarnos. Por favor –
- No Canesú. Tenemos que salvar a Polis –
- Sí lo se, pero ella quisiera que nos salvemos. Y está en manos de Ofer. Yo la amo pero… -
- ¡Pero nada! Le debemos mucho a ella – interrumpió Apeles
Apeles dio la vuelta y se fue donde estaba el resto. El contó lo que había pasado. Canesú no lo siguió inmediatamente. Una vez que Apeles y los otros dos subieron a la carreta que jalaba el unicornio, apareció el Rey Canesú, vestido con su armadura dorada y la espada. El Rey los miró y dijo “Y señores ¡NOS VAMOS A LA CIUDAD DE LOS REYES!” Los tres estaban muy contentos y Apeles lo miraba y le agradecía con la mirada.
Siguieron el camino en el unicornio. Los tres compañeros se vistieron con ropas más ligeras mientras Canesú les contaba cómo había pasado todo exactamente. Se prepararon para llegar. Tenía armas ligeras como pequeñas dagas o espadas de contacto. Escudos pequeños, poderosos, pero no para una guerra. Llegaron un letrero decía:
“BIENVENIDOS: Real Ciudad de los Reyes”
El letrero estaba chamuscado y pintado con frases que decían “Viva Ofer” “El mal ha vuelto” “El Reino de Ofer”
La ciudad estaba desolada. Habían escombros. Pero no había una solo alma avanzaron a hurtadillas por el miedo. Comenzaron a avanzar. De pronto el grito de Tutos alarmó a los cuatro.
- ¿Qué pasó? –
- ¡Eso, eso! – señalando a los árboles
Era la imagen más horrible de sus vidas. Cuerpos de personas, faunos, enanos y elfos colgados de los árboles, con letreritos que decían “Por Subversivos, Viva el Rey Ofer”.
Apeles, Apecios, Tutos y el Rey Canesú avanzaron por lo que había sido la ciudad más bella del Reino. No querían ser oídos. Llegaron a la plaza principal. Nadie creía lo que veía. Habían tres orcos levantando una bandera: La de las Tierras de Cavas. Un pequeño fauno miraba lo que pasaba, gritaba y rechazaba esta acción. Uno de los orcos volteó, lo miró y lo cacheteó “¡Calla gusano!” Un humano que también estaba en la plaza fue a defender al fauno. El orco reaccionó y con su enorme mazo lo golpeó. El hombre y el fauno parecían ser los únicos no demonios cerca. Los dos orcos volvieron a golpear al humano. Ambos demonios rompieron en risa. Canesú observaba los abusos de los orcos. Canesú no soportaba esto. Desenvainó su espada la miró y le dio un beso y gritó “POR MI REINA”. Los orcos lo vieron y fueron a atacarle. Con unos buenos movimientos de espada, Canesú derrotó a los dos orcos. El humano lo vio y le habló:
- Señor, dignos mis ojos que lo vieron en una batalla – dijo el humano
- No puedo permitir que a mi gente la traten así, y menos en mi reino – dijo el Rey Canesú
- ¡Por fin, el Rey Canesú! – alzó la voz el humano
Canesú alzó su espada y sacó la bandera de las tierras de Cavas. Apeles, Apecios y Tutos fueron hacia donde estaba el Rey.
El palacio estaba semidestruido. El balcón estaba intacto pero de este estaba colgado una banderola que decía “OFER, REY DE TODO”
Todo esto le dio mucha rabia a Canesú. Canesú miró a la puerta que daba al balcón.
- ¡Sal de allí! – gritó Canesú
Pero nadie salió del balcón.
- ¿Ofer, Rey de Todo? ¡Ofer, Rey de Nada! – gritó nuevamente Canesú - ¡Sal de allí cobarde!
El balcón estaba vacío. Canesú cogió una piedra y a lanzó con todas sus fuerzas. Esta rompió una ventana.
- ¡Sal grandísimo cobarde! –
La puerta se abrió lentamente. Una figura extraña salió de esta. Ofer, vestido con las ropas de Canesú, estaba pronto en el balcón.
- ¿Cobarde? – preguntó Ofer sin mirarlo.
- ¡Cobarde! – gritó Canesú.
- Vete, sálvate. Ya te humillé –
- ¡Tú! Te mataré. Si no te mato yo… te matará uno de mis ancestros ¡Te lo juro! – gritó Canesú.
- ¿Tú crees? Vete – le dijo serenamente Ofer.
- ¡ESTE ES MI REINO! –
- Este es mi reino – dijo Ofer – Así que... ¡LARGO DE AQUÍ! – gritó Ofer y de su bastón salió una llama azul que estuvo a punto de caer en Canesú. Ofer cerró su puerta y en ese preciso instante un trol y diez orcos aparecieron corriendo hacia Canesú. Apeles, Apecios, Tutos, el humano, el pequeño fauno y el Rey salieron corriendo hasta la salida a la Tierra de Cavas. Se escondieron de sus atacantes. Tomaron un respiro. Y Apeles dijo:
- Comenzamos siendo tres. Ahora somos seis – dijo Apeles sonriendo.
- Irónico. Pero muy provechoso – dijo el hombre – Sin embargo, yo no soy del Reino de Oro, señor Rey – mirando al Rey – Soy del Reino Capital.
- ¡Ah! Muy bien. Entonces su nombre es… -
- Sir Fronz, señor –
- Ah muy bien – volteó la cara y miró al fauno – ¿Tú eres de otro reino puro?
- Reino Fauno, señor. Mi nombre es Arquendes –
- Arquendes y Sir Fronz. Bueno como sabrán yo soy Canesú, él es Apeles – decía el Rey. Miró a los otros dos – Preséntese muchachos.
- Yo soy Tutos, enano de Crolis ¡Augh! Aunque yo también soy de un reino puro, pero ya no lo frecuento – dijo sonriendo Tutos, nerviosamente.
- Y yo Apecios –
- Bueno muchachos, aunque ahora ya todos nos conocemos. No creo que sea buen momento para seguir con esto. Debemos saber que podemos hacer para terminar con esto – decía el Rey
- Sí señor – dijo Sir Fronz – Yo debería ir a el Reino Capital, para hablar con mi rey sobre todo este acto desastroso.
- Sí señor, yo también debería irme al Reino Fauno para conversar con el Rey Arquios -
- Tendremos que sacar provecho de esto ¡Ayúdenme! – pidió Canesú
Todos comenzaron a pensar. Sir Fronz dijo:
- Señor. ¿Por qué no va hacia los reinos puros a pedir ayuda? –
- ¿Usted cree que me hagan caso? –
- No lo sé señor. Pero como esta la situación es muy probable –
- Hábleme más de todo esto -
- En muchas partes de los reinos se han encontrado trols, orcos, y demonios. Muchos han sido expulsados, pero otros han destrozados ciudades pequeñas. Es por eso que tuve que venir hacia aquí, para ver que pasaba – esperó un rato y siguió con su relato – Señores. Creo que si nos repartimos podremos hacerlo. Rey, usted y yo podremos ir hacia mi reino, podremos hablar ambos con el rey y después vamos al Reino Elfo, tengo conocidos allí. Los tres faunos pueden ir juntos hacia el reino de Arquendes. El enano puede ir a su reino, con su unicornio. ¿Está de acuerdo? Una vez con una respuesta nos encontramos en este mismo lugar. Es seguro. Máximo tres días – dijo Sir Fronz.
- Es usted un genio – dijo convencido el Rey.

martes, 27 de abril de 2010

El Reino de Oro, la Batalla de los Seis Reinos (CAPITULO 2)

CAPÍTULO 2
En un palacio en La Ciudad de los Reyes

La Ciudad de los Reyes tiene una historia muy intensa. Cuando Engrios gobernaba el reino puso muchos fortines cerca de la frontera con las Tierras de Cavas, por temor a que Ofer se presentara. Ofer se aprovechó de esto y con un simple ejército mató a Engrios y volvió a tomar la Ciudad de los Reyes. Los poblanos y defensores del reino se levantaron y los 5 reinos; los humanos, faunos, enanos, centauros y elfos; buscaron derrotar al reino más pequeño, el reino de la oscuridad liderado por Ofer. Encarnos, hijo de Engrios, con su espada de oro mató a Ofer, muy herido Encarnos fue nombrado primer rey del Reino de Oro, puesto así por su espada.
Se dice también de un hechicero oscuro revivió a su eterno jefe Ofer, pero nunca más se supo de este hechicero. Las dríades y los adivinadores decían que Ofer estaba vivo.
En un enorme salón en medio de un gran vestíbulo limpiaba los muebles una criada. En uno descansaba un perro.
- Levántese, cachorro perezoso que los reyes se van a molestar – dijo la criada
- Discúlpame -
- Sí, sí. Pero váyase para la cocina –
- Sí señora –
La criada limpió el mueble de donde había estado descansando el perro. Subió al segundo piso por unas escaleras con barandas de oro. Caminó por un largo pasillo y de su delantal sacó una campanilla y la tocó: “ Desayunoooo” gritó la criada.
La reina Polis despertó, miró el reloj. Se lavó la cara y se aseó. Levantó a su marido, el Rey Canesú.
- Dios me dio de premio poder observar tu rostro cada mañana, apreciar tu pelo oscuro tan bello, tus ojos que me impresionan todos los días – le dijo sinceramente el Rey a la Reina.
- Gracias amor –
Era la hora de tomar el desayuno. Los reyes bajaron al primer piso juntos. Un enorme banquete. Ambos comieron muy bien.
- Señora, su majestad – dijo la criada
- ¿Qué pasó? ¿Podría yo enterarme de las nuevas? –
- Si señora. Un centauro mensajero desea ver a la pareja real. Los centinelas dicen que no trae armas y no es peligroso –
- Si señora dígale que lo espero en la sala de reuniones. Prefiero ir solo amor – le dijo el Rey a su Reina. Canesú bajó y entró a la sala.
- Señor. Un honor estar en una misma sala con usted – dijo el centauro.
- Un placer.
- Tengo que darle noticias muy importantes señor.
- Continúe.
- Ofer está vivo. Un mago negro lo revivió, Ofer lo mató una vez vivo. Han pasado diez años y ha reclutado gente y parece que todo depende de usted. Usted es que tendrá que … -
- ¡Calla centauro estúpido! ¡Dices calumnias! – interrumpió el rey.
- Señor no miento, nunca mentiría de algo así, menos a usted, señor – dijo calmado el centauro.
- ¡Cállese! –
- ¡Señor! –
- ¡Vete al diablo prospecto de hombre! –
Y como deben saber ustedes, a los centauros no les puedes decir cosas como esas. Son más humanos que caballos.
Después de muchos insultos de parte del rey, que se notaba fríamente asustado, la paciencia del centauro llegó al límite. El centauro furioso atacó al rey. Una patada de un centauro puede matar a cualquier persona, pero el rey siendo alguien muy fuerte no fue asesinado. El rey quedó en el piso, con sangre que le bajaba por las mejillas. El centauro estaba realmente furioso. Los centinelas del rey se percataron de lo que había ocurrido. Entraron a la sala de reuniones y dos enormes hombres habían detenido al centauro. Se le dio la pena de muerte al instante.
- Atacar al rey. ¡Estás loco centauro estúpido! – dijo un enorme centinela mientras lo amarraba a un madero. Parecía ser el capitán de la seguridad del palacio.
- Señor. El garrote está listo –
- Idiotas. Háganme caso ¡Ofer está vivo! ¡Más vivo que el rey! Todos morirán. Ofer los matará uno por uno. El rey es un estúpido. Ustedes se meten en graves problemas –
- ¡Ja! El rey todo lo sabe. ¡Blasfemas! – dijo el capitán mientras cogía la soga que sostenía el garrote – ¡Que esto les enseñe a no meterse con el rey!
El capitán soltó la soga. El garrote cayó. La cabeza del unicornio salió disparada.
El capitán la cogió. Salió a la plaza principal y comenzó a gritar: “Esto les pasará a los que blasfemen y ataquen al rey. Idiotas”
La gente miraba aterrorizada. Los niños lloraban. Tenían mucho miedo. Los hombres mayores y los enanos con los faunos adultos insultaban y se quejaban por haber hecho eso.
Volvamos con el rey. El rey yacía descansando en una cama del hospital de la ciudad de los reyes. Tenía heridas en la cara y un golpe en el brazo de la caída. El rey Canesú pasó con pensamientos del hecho toda la tarde. “Ofer, no está vivo. Ofer murió. Encarnos lo mató. Centauro estúpido”
A la habitación donde descansaba el rey llegó la reina Polis.
- Canesú, calmado. No va a pasar nada. Ofer no esta vivo –
- Los elfos pueden revivirlo, los magos negros del oriente, los hechiceros oscuros. Si Ofer está vivo todos los reinos pueden sublevarse. Ofer es el mal vivo. Si está vivo el mal atacará –
- Pero Canesú –
- Mujer. Escúchame – la interrumpió Canesú – Somos el Reino de Oro, el Reino de la Paz. Los únicos que vivimos los cinco reinos juntos. Faunos, centauros, elfos, enanos y humanos. Los faunos son muy poderosos, los centauros son demasiados feroces, los elfos y su magia apoyados con las dríades nos pueden destrozar, los enanos y su inacabable inteligencia nos pueden matar y los humanos y sus armas nos podrían matar a todos. Y Ofer. El sexto reino. Sus demonios. Nos matarían con su tamaño y su magia prohibida. Por algo somos el reino de la paz. Todos los cinco reinos vivimos juntos. El sexto fue expulsado. Por ahora tenemos que aliarnos, si es verdad, con un reino puro.
- Canesú. Respira –
- No es fácil todo esto –
Los ánimos se calmaron un rato. La criada llegó a la habitación.
- Mis reyes, majestades. Tengo una carta del reino de los centauros –
- Leala por favor – dijo ciertamente asustado por lo que diría esa carta.
- “Mis estimados reyes: Nosotros somos los jefes de los centauros. Hemos llegado a sus tierras para hacer investigaciones del trato que se da a nuestros compañeros centauros en sus tierras. Nos enteramos lamentablemente de la ejecución de una pena de muerte a uno de los nuestros. Todos los centauros de su reino serán llevados a nuestras tierras. No deberían llamarse reino de la paz. Firma: Atentamente.
Celerius. Rey de Centauros.”
- ¡Válgame! Por la sangre de los reyes santos. Faltan cuatro reinos para revelarse – decía asustado el Rey, mientras la criada dejaba la carta y se retiraba del cuarto. La noticia de Ofer había llegado muy lejos. La noticia del regreso de Ofer se hablaba por todas las calles, aunque el Rey estaba un poco más tranquilo, se había dado cuenta que debía estar preparado para un ataque. Canesú mandó a preparar a muchos soldados en las barracas de la Ciudad de los Reyes.
Mucha gente quedó aterrorizada por lo ocurrido. Muchas criaturas se iban a sus tierras, también llamadas reinos puros.
Habían un grupo de elfos que conversaban entre ellos “Imagínense que no le gusten los elfos” se escuchaba por allí, y así se escuchaba de cada especie. El reino estaba totalmente revuelto. Algunos no iban a trabajar en son de huelga. Algunos, pero en poco número, gritaban fuera del palacio.
Pasaron los días. El rey Canesú estaba recuperado y salió al balcón del palacio que daba con el parque principal y tenía una vista hermosa. Un bosque enorme que limitaba la Ciudad de los Reyes. Y no muy lejos la salida de la Ciudad de los Reyes que daba con las Tierras de Cavas.
Se puso a ver todo el alrededor. La gente lo miraba mal. De pronto un enano muy desesperado llegó a los ojos del Rey. En la plaza principal gritaba y gemía en desesperación.
- ¡No! Ha vuelto. Sus demonios me quieren matar – gritaba el enano asustado y malherido.
- ¿Qué rayos? – gritaba el rey de su balcón
- ¡Ofer! Vivo, el y su ejército. Están viniendo – el enano se desplomó.
A la cabeza de Canesú sólo llegaba muerte y desolación. “Dios mío” sólo pensaba el rey. Estuvo un tiempo petrificado y cuando volvió en sí y le gritó al capitán de su seguridad.
- Llame a cuatrocientas criaturas, todas armadas, guerreros de filo, pronto en menos de una hora, nos vemos en la entrada de la Ciudad de los Reyes . Hoy hay guerra – dijo seriamente el Rey.
Una hora después, él y el capitán y sus cuatrocientos hombres formaban militarmente en la entrada a la ciudad que daba a las Tierras de Cavas.
Armados con todo. Elfos militares, enanos militares, personas con lanzas y arqueros. Delante de todos estos el Rey Canesú con una armadura de oro en el pecho, que decía en letras muy pequeñas en un costado “Te amo Polis”.
El rey gritó a su gente “MUCHACHOS. HOY HAY GUERRA. ¡POR EL REINO DE ORO!¡POR TODOS USTEDES!¡POR TODOS LOS REYES SANTOS!¡POR DIOS!”
Cuando terminó de hablar el rey todos los cuatrocientos hombres gritaron de euforia. El capitán esperaba.
El Rey se puso a ver la entrada. Un enorme trol se apareció llegó corriendo. Canesú ordenó a los arqueros reducirlo. Fue sencillo pero los había distraído. Cuando nadie se había dado cuenta el enorme bosque hermoso había sido totalmente destruido y gigantes, trols enormes y orcos, habían aparecido a atacar a los del Reino de Oro. Sin embargo Ofer no aparecía. Canesú desenvainó su espada y comenzó a destruir a orco por orco. Volteó la cara y vio que su ejército era muy reducido, muchas rocas tiradas por los gigantes había destruido parte de su ejército. El capitán no podía creer lo que veía, se quedo algunos segundos viendo la escena cuando voltio, un mazo enorme de un trol lo embistió por delante. El capitán salió volando, un orco armado lo redujo. Canesú no podía creerlo.
De pronto todos los orcos, trols y gigantes dejaron de pelear, hicieron una especie de pasadizo. Pronto estaría pasando por ese pasadizo Ofer, una nube azul oscura le pasaba todo el cuerpo, el mago con la cara tapada, una túnica negra lo protegía, una capucha era la q tapaba su cara. Estuvo al lado de Canesú.
- ¡Ofer, Detente! – gritó asustado el rey.
- Tarado, Canesú. Te maldigo a ti y todos tus ancestros – dijo serenamente Ofer. Se sacó la capucha y dejó ver su horrible cara con unos ojos rojos muy ardientes. Miró directamente a los ojos de Canesú y este cayó al piso. Canesú se había debilitado por la mirada de Ofer.
Ofer alzó a Canesú del cuello. Canesú estaba aún muy débil. Ofer lo miró y le dijo:
- Ahora ni Encarnos ni Engrios pueden salvarte – lo lanzó al aire y del bastón de Ofer salió una llama azul que golpeó al Rey. Canesú salió volando por los aires a una velocidad impactante. Canesú sólo tuvo fuerzas para bajar su cabeza y ver la escena en cuestión de segundos. Vio la enorme destrucción causada por los demonios de Ofer. Ofer había ganado.
Los de Ofer eran menos, pero más poderosos, pronto ya habían conquistado la Ciudad de los Reyes y habían cerrado todas las salidas a las provincias. Los trols destruían casas, barracas, mercados, puestitos y todo lo que encontraban. Ofer entró al palacio, como en su casa, y vio a Polis cargando a su hijo en brazos. “Ni tu ni tu hijo, podrán salvarse. Pero ya veré que haré con ustedes dos” decía Ofer pero Polis no respondía. Ofer mandó a que los encierren a los dos. Ofer había destruido la ciudad en cuestión de segundos.Canesú estaba golpeado. No reconocía lo que había alrededor. Estaba atrapado entre la maleza y no veía nada que lo ubicara. Se recostó en una enorme roca, y dejó caer lágrimas. Había fracasado. El Rey caminó un poco, vio un río y se aseó. Un árbol le daba sombra, como para no sofocarse con el intenso sol. El Rey dejo su espada de oro y su escudo y le dio un beso al “Te amo Polis”. Lavó su cara y su rojiza cabellera y su barba. Canesú estaba en un espeso bosque, perdido.

lunes, 26 de abril de 2010

La Batalla de los Seis reinos (CAPÍTULO 1)

CAPÍTULO 1
La valentía de un pequeño

Érase una vez, hace mucho tiempo, un enorme prado, verde, lleno de una flora variada y decorativa. Tan sólo se veía árboles, arbustos y sembríos de rosas. Montañas al horizonte. Más cerca un bosque frondoso enorme. Todo esto era un Provincia Real del Reino de Oro, el reino del Rey Canesú y de la Reina Polis, los sagrados reyes de la Ciudad de los Reyes.
La Provincia Real se llamaba Crolis. El gobernador de esta Provincia Real se llamaba Apeles, el fauno. Era una pequeña criatura mitad humano y mitad cabra; o para ser más específico tenía cuerpo de hombre con mucho pelo y patas de cabra. Lo extraordinario de esto era que Apeles era el único mitad-humano que gobernaba una Provincia Real en toda la expansión del Reino de Oro y era el único en la historia.
Apeles era un fauno que fue adoptado siendo un fauno joven, cuando Polis era muy pequeña. Al referirme de un fauno joven quiere decir que tenía treinta años, los cuales los pasó viviendo en madrigueras de conejos y hoyos de enanos, debido a que fue huérfano desde que era un bebé. Sin familia tuvo que valerse por si mismo. Polis había vivido toda su vida en Crolis, y un día que fue al Santo Valle de Crolis a obtener moras para su padre encontró al pequeño fauno merodeando detrás de un arbusto. Ella lo alzó y el fauno le dijo que lo bajara. Polis le ofreció hogar y el fauno contento aceptó, desde este momento nació una eterna amistad.
Apeles fue de mucha ayuda en casa de Polis porque ayudaba en los quehaceres y ayudaba al padre de Polis, que era carpintero, en limpiar las herramientas y lo que hacía. Pasaron casi veinte años así. Polis era una hermosa joven de veinticuatro años.
El Rey Fausto llegó a Crolis con una cantidad exuberante de personas y seguidores, centinelas y guardias, y con su primogénito Canesú.
El Rey le enseñaba que hacer como rey, el Príncipe Canesú estaba encantado con el trabajo. El Príncipe Canesú fue a dar vueltas cerca al Santo Valle y conoció a Polis, sentada a la sombra de un árbol conversando con Apeles. Canesú estaba impactado, lo primero que hizo fue presentarse como el Príncipe de el Reino de Oro. Polis no se impresionó, dio la vuelta y se fue con su padre.
El príncipe insistió tanto que Polis le permitió halagarle. Polis quedó impactada por la sencillez del príncipe. El príncipe Canesú le ofreció hogar en un palacio, alimento, dinero y amor. Polis aceptó solo si se iba con Apeles. Canesú aceptó y los llevó.
El Rey Fausto murió semanas después, debido a una infección al pulmón, porque era adicto a fumar su pipa. Un elfo no pudo salvarlo, ni con su magia curativa, ni con sus cantos. El Rey murió.
En una ceremonia inmensa, que llevó consigo el funeral del antiguo Rey y la iniciación del Rey Canesú y la Reina Polis, se decretaron los nuevos cargos reales, de los cuales se nombró a Apeles como gobernador de Crolis, acto muy celebrado por la comunidad de faunos del Reino de Oro, pero no muy bien aceptada por el País de Faunos. Apeles fue nombrado gobernador por su inminente inteligencia formada en cincuenta años de vida.
Después de ganarse el título de Reino de la Paz y estar en orden, Apeles había gobernado casi por veinte años, ordenadamente, recibiendo visitas de la Reina Polis, apoyándose en Tutos; un enano muy amigo de Apeles, visitando a el padre de Polis, hasta que murió siendo un carpintero muy sabio y muy noble de ochenta y un años.
Apeles cumplió los setenta y un años siendo el gobernador de Crolis. Apeles se preguntó por qué Polis no lo había ido a ver ese mes y por qué ya no llegaban cartas de la Ciudad de los Reyes y por qué Geles, el centauro mensajero de Crolis, no regresaba. Apeles se sentía muy sólo. Y comenzó a apoyarse en Apecios, su primo.
- ¡Apecios! ¿Qué haré ahora que estoy incomunicado? – preguntó Apeles muy preocupado.
- Tonto fauno, tienes más de cabra que de humano. Quédate en Crolis. El señor de todos los males puede atraparte. Ya no eres un joven fauno – lo asustó Apecios.
- Pero, en todo este mes no he recibido noticias de la Ciudad de los Reyes, ni de sus cambios ni de nada. ¡Nada! – argumentó Apeles
- Apeles. ¡Por favor! Basta de hacer tonterías –
- Mira, ¡si es que no me quieres acompañar me iré sólo! O con el señor Tutos, el enano. Un amigo muy confiable que estoy seguro que se ofrecerá a ayudarme – dijo con tono de molestia Apeles.
- ¡Apeles no eres un fauno joven! –
- Mi cuerpo no es joven pero mi alma lo es. Fauno perezoso – dijo convencido Apeles.
Al día siguiente, el gobernador Apeles había ido a la plaza principal de la provincia real de Crolis para realizar un decreto. Después de un breve relato de Apeles, pusieron un pergamino estirado en la entrada del palacio provincial. Este decía:

“ POR DECRETO DEL GOBERNADOR DE CROLIS:

Todo aquel, que quiera acompañar al señor gobernador en la expedición a la Ciudad de los reyes, reportarse y escribir su nombre en las líneas punteadas del inferior de esta hoja. El enano Tutos, tiene la obligación de asistir a la expedición. ”
En la plaza principal estaba el gobernador con Tutos platicando en medio de la misma.
- ¡Señor gobernador! ¿Obligación? ¿Qué hice yo, señor? – preguntaba asustado Tutos, el enano.
- Ser un amigo muy fiel, eso hizo señor. – dijo sonriendo Apeles.
- ¡Augh! ¡Señor! – dijo con su ronca voz Tutos – Yo lo acompañaré, pero lo hago por obligación ¡Augh! Por todos los enanos sagrados. Esto va a salir muy mal –
- Gracias Tutos, pero guárdese su comentarios – dijo el gobernador y dio media vuelta y se fue a ver la lista de expedicionistas.
El gobernador cogió el papel, quedó impresionado pero no dijo nada más. El papel decía:
“ 1.- Apeles, el fauno
2.- Tutos, el enano. ¡Por obligación! (Esto estaba escrito con pluma. Tutos lo escribió)
3.- Apecios, el fauno ”
En realidad no se sabe si Apeles estaba mas sorprendido por que nadie se inscribió o por que Apecios se había inscrito sin ser obligado.
Debido a que iban a ir sólo tres criaturas de Crolis, Apeles pidió una pequeña carreta jalada por el unicornio mas fuerte del pueblo. También pidió que los elfos preparen todas sus cosas, de los tres.
Una comparsa enorme despidió del pueblo a los tres compañeros, hasta la salida del pueblo.
Un gran cartel los despedía. “Gracias por venir a Crolis – Provincia del Reino de Oro” Otro cartel más pequeño decía “A muchas millas de la Ciudad de los Reyes” Era un cartel falsificado, debajo de este decía “A 3200 kilómetros de distancia hasta la Ciudad de los Reyes”
- Tres mil doscientos kilómetros, es bastante – dijo Apecios.
- Exactamente dos días y 10 horas, casi tres – dijo Apeles.
- ¡ Augh! – dejo salir de su boca Tutos
- Que el señor del bien nos acompañe y que aleje al señor de todos los males – parecía rezar Apecios.
- Así sea – dijeron al unísono Apeles y Tutos.
El camino era muy largo, lleno de árboles, todos fruteros, hacían una vista hermosa, no les faltaría comida debido a lo que había dejado los elfos y los que podrían recoger de los fruteros ya que Tutos era muy bueno para eso.
Los tres, Apeles, el fauno de grandes pezuñas vestía un chaleco verde con el escudo del gobierno de Crolis, Apecios, el fauno con pequeñas pezuñas vestía un camisón azul que le regalaron en el norte del reino cuando era joven y trabajaba en las minas, y Tutos , el enano peludo conocedor de las antiguas tradiciones de la Tierra Pequeña, su lugar de nacimiento, un pequeño reino de solo enanos. Cuenta la historia que en el Reino de Oro antes había bosques enormes de robles habitados por trols que iban a destruir completamente el reino debido a su grandeza, que causaban destrozos y abusaban de los más pequeños. Cuando el semi – dios Engrios llegó al Reino de Oro, que antes no se llamaba así; simplemente era un valle enorme, para poner orden, debido a su sobrenatural fuerza, destruyó y echó uno por uno a todos los trols. Una vez que quedó solo trajo a su gente y se auto proclamó rey. Dicen que los trols se fueron a muchas partes del mundo y se olvidaron del antiguo reino de Engrios.
Se dice, también, que el Reino de Oro limita con las Tierras de Cavas, dominado por orcos y hombres de mala fe, hechiceros oscuros y sobre todo por el hechicero más poderoso de todos los tiempos, el príncipe de la oscuridad, el señor de todos los males, Ofer.
Dicen que Ofer reclutó gigantes, orcos y trols para dominar nuevas tierras, y atemorizar a más inocentes, porque el miedo y el sufrimiento lo hacía más poderoso. Pero aún así, parecía que Ofer estaba muy lejos de los tres compañeros.
Pues bien, volviendo con los tres amigos… Ya habían avanzado bastante casi un día y medio y todos se sentían cansados aunque habían dormido, pero todo el trajín era agotador. Apeles ordenó al unicornio detenerse. Este se detuvo. Los tres bajaron para relajarse y estirar las piernas.
Apeles observó los árboles y vio dos lechuzas conversando en las ramas de uno, aparentemente estas lo observaban.
- Hermosas aves, de cantos fríos, Apeles; gobernador de Crolis les saluda – se presentó Apeles.
- Doris – dijo una de las aves, sin prestarle atención a Apeles
- ¿Si Bertita?
- El chiquitín nos habla –
- Sí, me doy cuenta. Así parece, ¿Qué desea? – preguntó la lechuza que se llamaba Berta.
- Soy el gobernador de … - dijo Apeles
- ¡De Crolis! – interrumpió Doris y dejó escapar risas burlonas.
- ¿Qué sucede? – preguntó molesto el fauno
- Ay señor, usted envió un centauro hace unos días. Hablamos con él, muy apuesto pero … - decía Doris
- Lo encontramos muerto ese mismo día cerca de aquí. Un enorme trol de Cavas lo mató. Cruelmente – interrumpió Berta.
- ¿Geles? ¿Trol? Por la sangre de los reyes santos, válgame el cielo, ¡Piedad! – gritó asustado Apecios
- ¡Cálmate! – gritó Apeles – Señoras, ¿Están seguras de lo que hablan?
- Por mis plumas señor gobernador –
- ¡Augh! ¿Cómo es posible que un trol esté cerca de Crolis? ¿Cómo? ¿Y en la Ciudad de los Reyes los enormes centinelas no harían nada? Todo esto es muy raro. ¡Augh! – dijo Tutos
Apeles, desde ese momento estuvo muy callado, muy preocupado pero no lo demostraba. Apeles sabía que en el entero Reino de Oro no habían trols y que para haber llegado allí tenían que haber pasado por la Ciudad de los Reyes. Pero no, era verdad pronto verían el cuerpo de Geles. Apeles, Apecios y Tutos sabían que corrían un enorme peligro.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Un Corazón es un Burdel

Un corazón es como un burdel.Tiene muchos cuartos, y en cada uno hay una persona. En cada cuarto hay cosas diferentes, esta la persona y a su lado hay muchas cosas que te hacen acordar a esa persona. A veces quieres botar a esa persona de tu corazón, la insultas; coges cosas y se los tiras; se va. Pero si repasas las personas que hay en este burdel al día siguiente, estará allí. Porque querer olvidar a alguien, o a algo; no es suficiente. Las cosas cambian, los conserjes del tiempo sabrán cuando destruir o agregar un cuarto, y con uno destruido: un recuerdo borrado.Quien sabe.Nunca entré en mi corazón, siempre fue una idea.Debe estar muy sucio.

Ojos del alma

Miro al espejo mis ojos. Dicen que son la ventana del alma, y que una mirada es la palabra más sincera.Yo no encuentro letras en mis ojos, solo venas. Mis ojos están rojos. ¿Quién inventó eso? Debe ser un fracasado. No me importa.